lunes, 30 de noviembre de 2015

AMADO MAGO

MAGO
            Otra afición-vocación infantil que nunca te abandonaría sería la MAGIA. Los Reyes Magos la despertarían dejándote el libro “Juegos de Manos”  del profesor Boscar.


             Cuántos ratos pasaste preparando y realizando a solas muchos de sus trucos, todos no, que los había irrealizables sin accesorios, de los que no disponías. Pocas veces tuviste público. Las lecturas de las hazañas de Hudini terminaron por hacerte la ilusión de que tú llegarías a ser un gran Mago. Pero la verdad es que no lo veías muy claro. Te faltaba agilidad en las manos, destreza con los dedos... No te deprimas, tendrás suficiente magia para tus nietos.
            Como la tuviste para tus alumnos. ¡Cuántas horas de “magia” preparaste en el laboratorio escolar!: la luz que se encendía con sólo sumergir los cables en aquélla solución salina, o la que daba luz sólo con girar la bobina bajo los imanes. ¡Y cómo aquéllos tornillos se transformaban en imanes sólo enrollando un cable alrededor y conectándolo a una pila! ¡y montar con él un timbre!... tanta magia hiciste que realmente te sentiste un verdadero maestro en aquéllas sesiones...un maestro lo puede ser todo, hasta mago que hace cambiar líquidos de color, sacar hidrógeno del agua y luego ¡pum!, una explosión, aparecer cristales geométricos sobre un hilo húmedo, hacer subir el agua por un tubo...
            Y cuando saliste del laboratorio, al llegar la última reforma, la de la ESO, y te pasaste-pasaron a dar Matemáticas, te hiciste adivino y jugaste con los números, te hiciste geómetra y calculaste distancias inverosímiles, resolviste enigmas, construiste cintas mágicas, figuras imposibles, agujeros de papel por los que pasaba la clase entera, el triángulo pitagórico fue un rompecabezas múltiple, el rectángulo áureo, las espirales, el número pi, la cuadratura del círculo,... Como el ajedrez, la magia empezó y terminó al tiempo que empezó y acabó de armarse y desarmarse tu personal puzzle, a construirse y reconstruirse el Amado Maestro.

martes, 24 de noviembre de 2015

AMADO AJEDREZ

-A ver, Sabio, ¿tú que vas a ser de grande?
            Amado, para el tío Feliciano, era “Sabio”. Así le llamó desde siempre. Amado percibía como halago premonitorio el alias que le aplicaba el tío Feliciano. Y era un halago, aunque no una premonición. Amado, a sus 4 años, no contestaba, pero la respuesta le parecía obvia, seré “sabio”, pensaba. Intuía, porque saber no sabía, que ser sabio debía ser importante, porque el tío Feliciano  era algo así como el jefe del planeta, el amigo de Dios, que de vez en cuando iba a la finca de visita, desde su Olimpo (Madrid), donde él debía habitar palacios inimaginables. Y si el tío le llamaba Sabio, y con lo que le agradaba ese apodo, sería “sabio”.

CAMPEÓN DE AJEDREZ
            Hasta que aprendió a jugar al ajedrez. Su padre le enseñó. Y le regaló su primer libro: un manual de ajedrez que él había “heredado” de un amigo suyo de la guerra en cuyo recuerdo Amado se llama así, y del que nunca volvió a saber.



            Amado entonces “soñó con ser un gran campeón jugando al ajedrez”. 

Repetía una y otra vez “la célebre partida del barón y el aldeano” y se imaginaba emular hazañas semejantes. 
Muchos años después, Amado-el-maestro traduciría el texto de esa partida al gallego para sus alumnos:

A célebre partida do Barón e o Aldeán
            O Barón de Tunderstoken, despois de ser un bó soldado na súa xuventude, tíñase retirado ós seus dominios no país de Hartz, onde ninguén lle aventaxaba en cazar, pescar e xogar ó Xadrez.
            Nembargantes, un día, certo campesiño novo que pasara unha tempada en Viena, atrevéuse modestamente a desafiar ó señor Barón, preguntándolle se querería xogar unha partida, xa que se amosaba tan afable cós seus bós vasalos.
            O barón sonriu cunha especie de complacencia, mandóu traer cervexa e un xogo de Xadrez na sá baixa do castelo, instalóuse con toda comodidade no seu asento e preguntóu ó xove contrincante
            -Meu amigo, ¿querédes algunha peza de ventaxa?...
            -¡Oh! Nada diso, señor Barón. Prefiro ser vencido con tódolos honores da guerra.
            -¡Brava resposta, a fé miña!...Cando eu era novo, coma vós, alá no fervor dos meus vinte anos, tamén respostaba o mesmo. Empezade, xa están as pezas preparadas.
            Entón o aldeán xogóu
            1.CD3A
            O Barón voltóu sorrir e respostóu:
                        1.P4R
            O aldeán:
            2.CR3A         
            -¿Qué é isto, xove? ¿Qué faredes cós cabalos abandoados?...Logo terán que batirse en retirada. Tomade.
                        2.P3D
            -Paréceme que xa teréi tempo de protexe-la miña cabaleiría. Entrementres, xogo:
            3.P4D............ CD3AD
            4.P5D
            -Isto sería moi bonito se poiderades soster este Peón, máis paréceme que vos será imposible.
                                    4.CD2R
            5.P4R............. P4AR
            6.AD5CR....... P3TR
            7.AD4TR
            -Xove, se facedes esta xogada, o voso Arfil está perdido. Permítovos retroceder.
            -Moitas gracias, señor Barón, pero o feito, feito está.
            -Ben, ben. Non teño inconvinte.
                                    7.P4CR
            8.CRxPR
            O Barón, despois de ter observado un rato as súas posicións, exclama:
            -¡Cary! ¿Sabedes que se tomo o Arfil teño o Mate en tres xogadas? ¡Cómo é posible!..Tomaremo-lo Cabalo.
                                    8.PDxC
            -Imos ver, señor. Un xaque ó Rei
            9. D5T, xaque R2D
            10.ADxPCR.. A2CR
            11.AR5CD,xaque...... R3D
            12.AD3R................... P5AR
            13.AxPAR
            -Amiguiño, se abandoades as pezas deste modo, eu non teréi máis que ir comendo      13.PxA
            14.P5R, xaque
            O Barón empeza examinar fixamente ó aldeán, ata que, por fin, exclama:
¡Vive Deus! Xogades cun sangue frío admirable. O bó que agora non podo toma-lo Peón, porque logo perdería a Dama. Mirade: Xaque có Cabalo, obrigándome a matar e deseguido a Torre na casilla da Dama. Por fortuna, aínda podo poñe-lo Rei en seguro.
                                               ........... 14.R4AD
            15.C4TD, xaque....... RxA
            16.D2R, xaque.......... RxC
            17.D4AD, xaque....... R5T
            18.P4CD, xaque....... R4T
            19.D3C, xaque
            O semblante do Barón altérase todo e, sen decir unha palabra, retira o seu Rei           19.R4C
            20.P4T, xaque........... R3C
            21.P5T, xaque........... R4C
            22.P4A, xaque.......... R3T
            23.P5C. xaque Mate.
            O Barón fai un esforzo por sorrir, despóis murmura: -¡Cómo pode ser! Calculéi mal estas últimas xogadas...
            -Señor, ofrézovo-la revancha.
            -¡Gracias! ¡Moitísimas gracias! Deixarémolo para outro día. Esta tarde síntome fatigado e dóemr moito a cabeza.
(El libro está en castellano, la de arriba es la traducción literal al gallego que realicé para mis alumnos. También estaba pensada para un libro de “axedrez para nenos”, que finalmente quedaría sin rematar)

            El sueño se terminó en el primer torneo escolar que jugó, temblando como pajarillo en invierno y sufriendo para su vergüenza y oprobio el “Mate Pastor”. No dejaría de jugar al ajedrez, pero no volvió a tener aquél sueño. Él nunca sería un campeón, porque ningún campeón se habría dejado dar ese mate. Fue su primera vocación frustrada, pero nunca dejaría de ser una de sus aficiones favoritas. Y aprobaría esa asignatura pendiente ganando algún trofeo en Torneos de Ajedrez entre “Profesores de EGB” de Pontevedra, veinte años después.
Mi padre “utilizaba” la afición que él había despertado en mí: Apostaba dinero en cada partida, y al principio se dejaba ganar, porque sabía que yo lo gastaría en libros. Y así fueron llegando a “mi biblioteca” El Cid Campeador, Dik Turpin, Los Tres mosqueteros y las leguas, los globos y los cohetes de Julio Verne. Mi padre siempre miraba a las estrellas y más allá.
Pero si tú no llegaste a ser un gran campeón jugando al ajedrez, al menos sí que llegó un alumno tuyo: David Lariño fue campeón absoluto de España en 2008, después de ir siendo campeón en todas las categorias infantiles y juveniles en que fue jugando. Con David ya perdías cuando él tenía 6 añitos, pero también puedes presumir de ganarle por aquel entonces si te empleabas a fondo, y pocos pueden presumir de haber ganado a un, él sí, gran campeón. Ya se lo vaticinabas tú en el libro de las partidas de Karpov que le regalaste: Presiento que este es el comienzo de un gran campeón. De lo que no puedes presumir es de haberle enseñado a jugar. Si acaso, de haber hecho de sparring suyo en aquéllas sus primeras partidas. “Amado, tí moito pensas”, te decía después de 5 minutos de andar por ahí “cazando moscas” mientras tú planeabas el siguiente movimiento. -A ver, move que te toca, David. -Xa está. -Espera, espera, home, pensa tí un pouco tamén, non digo eu que esté mal eso, pero non sei, podías mover esta torre por exemplo... -Si, home, e despois, cando eu saque o alfil e ti movas o cabalo xa estou perdido.
            David tenía el gen (el genio) del ajedrez, que haberlo, haino. Y me recordaba lo que le dijo San Pedro a Napoleón, que andaba presumiendo, la mano en el peto de la casaca, de ser el mejor general de la historia mundial. El mejor general, le dijo, realmente es aquél. ¿Aquel, quién? ¿Atila?¿Carlomagno?¿Gengis Kan?.. No, no, el que está sentado. ¡Pero si es zapatero!. Lo es, lo fue, porque en su país y tiempo no hubo guerras. Pero su gen, su genio para comandar ejércitos y planificar y ganar batallas no lo igualáis ni tú ni ningún otro.
            Igualmente, si el genio (el gen!) de David no hubiese tenido delante un tablero de ajedrez, también habría pasado inadvertido. Yo no fui el primero en hacerlo, pero lo fui para tantos y tantos alumnos que si, como yo, no llegaron a grandes campeones, disfrutaron, como yo, de una gran y grata afición.

            Porque como realmente te realizaste en el Ajedrez fue con tus alumnos, tanto es así que yo diría que empezaste a ser Maestro justamente cuando empezaste a enseñar ajedrez a tus alumnos y organizaste, en Baiona, el primero de los muchos torneos de ajedrez que organizarías desde entonces, allí y luego en Esteiro y finalmente en Muros. Y diría más: diría que fuiste, que te sentiste Maestro hasta el año en que decidiste no organizar más torneos de ajedrez, treinta años después,  ya en de-construcción.

lunes, 23 de noviembre de 2015

REFLEXIÓN

UNA REFLEXIÓN

            La patria de un hombre es siempre su infancia. Y la infancia de un hombre dura mucho, hasta que tiene un trabajo diría y (bueno, entonces, para muchos niños yunteros, no dura mucho). Y de adulto, desde que encuentra trabajo, el hombre se refugia en sus recuerdos, en su infancia, y se niega a salir de esa su patria, y una y otra vez vuelve a aquéllos juegos, aficiones, rincones, paisajes, aventuras. Intenta recorrer la patria querida con su mujer-madre, con sus hijos-que-son-él, con sus amigos de entonces que lo son siempre...
            Un maestro tiene la fortuna de poder habitar su infantil patria también en la escuela, porque todos los alumnos son también sus hijos-que-son-él, de manera que, convertido en maestro, regresarías a tu patria, y volverías a ser mago y a ser actor y zoólogo y físico, arquitecto, deportista, astrónomo, ajedrecista, poeta. Llevarías al aula todas tus aficiones y volcarías en tus hijos-alumnos todas tus vocaciones para que ellos fuesen descubriendo las suyas. Mientras les enseñabas Matemáticas y Literatura y Geografía y Gramática... les enseñarías a ver cuando miran, a pensar cuando leen, a sentir cuando tocan, a soñar cuando respiran, a madurar mientras crecen, a vivir mientras sueñan... ¡y a soñar mientras viven!
            ¿Repetimos siempre la misma historia, damos vueltas eternamente en la misma espiral que se inicia desde la primera infancia y acaba en el primer trabajo? Creo que sí. Pero mientras todo el mundo lo hace como viaje interior recurrente, el Maestro realiza este viaje de puertas afuera, saliendo de su mundo interior y proyectando la sombra alargada de su pasado hacia el presente de su entorno socio-laboral, impregnándolo de sus experiencias, sus vivencias, sus aprendizajes, y lanzando el mensaje de su aprendizaje hacia el futuro de sus enseñanzas.

            Es afortunado el Maestro y es afortunada la sociedad que lo acoge cuando lo hace, que no es ésta, que no es ahora. Peor para ella. Peor para todos.

jueves, 19 de noviembre de 2015

DON PEDRO DICENTA

(El urogallo canta
y porque canta muere
¡pero el urogallo canta!)

IN MEMORIAM DE DON PEDRO DICENTA, MI MAESTRO, copio y pego la reseña que publicó Andrés Sorel en El País cuando falleció, de lo que no me enteré hasta muchos años después, para mi eterna lamentación:

El 22 de febrero, en Madrid, ha muerto Pedro Dicenta. Pertenece al patrimonio de la memoria selectiva: los hombres silenciados. Aquellos de los que no hablan los políticos en sus campañas. Quienes durante décadas fueron, en cambio, protagonistas de la lucha y la ética política, sufrieron todo tipo de represiones por alcanzar una España diferente. Los hombres que posibilitaron estos idus de marzo, desde la utopía y con una concepción diferente. Pedro Dicenta fue uno de los firmantes del documento conocido como de los 102 intelectuales, contra las torturas a los mineros asturianos. Año 1962. Fraga Iribarne intentó descalificarle. "Entre los firmantes", decía en su escrito represivo, "hay hasta un maestro de escuela". Eso era el nieto del autor de Juan José. Un maestro de escuela. Un luchador. Un amigo.En el cementerio, este 23 de febrero que por unas horas nos hizo recordar, afortunadamente ya es sólo aniversario, lo peor de la historia de España, un puñado de compañeros entonaron los sones de la Internacional. Las palabras es posible que esté gastadas, apenas se recuerden. Pero las ideas, sencillas, soñadas, nunca encarnadas, por las que vivió Pedro-Dicenta, arrancan más que lágrimas, desesperanza o fatiga a nuestros pensamientos: encarnan ese concepto de "fraternidad" tan poco usual en nuestro amargo presente político.
"Feliz noche eterna", Pedro Dicenta: supiste siempre que un sincero coro de amigos velaría y acogería, te acompañaría en tu sueño.-

THE END

EMPECEMOS POR: THE END

ORGANISMO: CONSELLERIA DE EDUCACION E O.U.
RESOLUCIÓN DE XUBILACIÓN

     En uso das facultades conferidas e previas as actuacións regulamentarias oportunas, declaro    a xubilación que a continuación se detalla:
     Apelidos e nome: --- Amado
     Corpo ou escala: MESTRES
     Tipo de Xubilación: Voluntaria anticipada incentivada LOE
     Anos de servicio ou período de cotización: 32 Anos 0M 0D
     Data de nacemento: 25/07/1949

                   Santiago de Compostela, 22 de maio de 2009
                         O Conselleiro de Educación e O.O.
    

            Todavía no has cumplido los 60, porque los cumples en Junio, y ya recibes la resolución de jubilación, que surtirá efectos desde el 1 de Septiembre
            Ya está, ya se acaba el curso, tu “derradeiro” curso. Ya estás jubilado. Acabóuse “Don Amado”. Adiós al maestro. Fin de la Historia. The End.
            …Lo de “DON Amado” tiene gracia, porque llevabas años intentando que así te llamasen los alumnos, y tus logros en ese empeño fueron ridículos, aunque el empeño no lo fuera. Claro que la culpa (como casi todas) también la tuvisteis vosotros, los maestros progres de tu hornada... pero de eso hablaremos luego,
            Tú sabes que ya habías dejado de ser MAESTRO hacía algunos años, aunque te resistías a aceptarlo, e insistías en ejercer como tal, pero la realidad era que últimamente sólo eras Profe (ni siquiera “Profesor”).
Acabóuse Amado, o mestre, o profe, o ninguén.
            Tu adiós a las armas, tu despedida, ¿sabes la de quién me recuerda?
            Claro que lo sé. La de mi maestro más amado: DON PEDRO.  Sí: Don Pedro también “abandonó” antes de tiempo, por motivos de salud primero, pero también (ésto lo supe mucho después, me lo diría él mismo), por agotamiento y derrota desilusionada del Maestro que era y que para mí fue siempre. Le encorajinaba desmesuradamente no conseguir que sus alumnos aprovechasen sus enseñanzas como él quería. Tal era la cólera que eso le causaba, que a menudo perdía los nervios y sus castigos físicos también eran desmesurados, aunque no para la época. El sufría mucho ese desmadre de su ira, y su corazón lo pagaba. Cuando se conseguía reprimir, que era muchas veces, su corazón también lo pagaba. Desarmado pues, tuvo finalmente que elegir entre su vida y su magisterio. Cambió radicalmente: dejó de utilizar el cachete (los suyos eran “ostias”), pero también de apasionarse con la enseñanza, dejó de gritar, pero también dejó de “enseñar”. Al poco tiempo se retiró definitivamente, así no quería seguir, o no podía, o ambas cosas. Después supe que la permanente represión política a que era sometido, fue la causa realmente determinante de su alejamiento de la escuela. Pero también es verdad que, tercamente, tú te seguiste sintiendo MAESTRO hasta hace bien poco,  aunque, desde luego, lo aceptaras o no, los alumnos ya no te veían más que como Profe desde justo el día en que “te trasladaste” al I.E.S., diez años atrás. Los padres son punto y aparte, porque muchos de ellos dejaron de veros a los maestros como maestros desde hace muchos lustros, y ni como Profesores os veían ya. Si acaso, “Profes de ESO”
            Pero bueno, te reconoceré algo: es verdad que el último año no pasaste de todo, no. Realizaste un último “experimento pedagógico”, impelido, eso sí, por tu hernia discal, que te había martirizado los últimos años, empeñado como estabas en explicaciones pizarriles que exigían contorsiones dorsales tan dolorosas, y justificado por las últimas “directrices” aconsejando técnicas de comprensión lectora en todas las áreas del currículum...un experimento pedagógico (comprensión lectora), pero tienes que reconocer que  también había ya  una caída de brazos,  recurrente: cada vez que te animabas a levantarlos, diciéndote a ti mismo, que esa pedagogía era un aburrimiento para los alumnos (¡y para ti!), que ya ibas teniendo la espalda bastante descansada y saltabas a la pizarra, “aparecía” alguno de los pocos indeseables mentecatos que en el aula había, (“moscas cojoneras” les llamabas tú), normalmente requete-repetidores malcriados, o malnacidos (genéticamente, digo), o abandonados (paternalmente, digo) y siempre maleducados (maternalmente, digo), con tódolos dereitos do neno, pero sin obligación ninguna, o, por lo menos, sin “penalización” ninguna por lo que hiciesen o dejasen de hacer, reventándote las ganas de volver a intentarlo, ya sin ánimo como estabas para semejantes batallas perdidas.       No valía la pena, te decías, tu espalda te lo agradecía y los alumnos que valían la pena, que haberlos, hainos, progresaban adecuadamente, sorprendentemente MUY adecuadamente, con la nueva aburrida y antipedagógica pedagogía de lectura comprensiva y explicación personalizada.
            Cuando ya no podías ser Maestro, aún pudiste ser Profesor. Ahora que ya no podías ser Profe, perdiste la vocación.
            Es cierto que tu espalda, herniada por varias vértebras, no estaba ya para muchos trotes (y mucho trotar solías tú, con tus dibujos lineales en la pizarra, tus ecuaciones, tus experimentos físico-matemáticos en el aula y fuera de ella, tus Obradoiros, tus acuarios, cogumelos y ajedreces…), no, ya no podías mantener ese tren de actividades y de vitalidad docente, pero lo peor es que ya no podías enseñar con pasión, como solías, no podías ser ya Maestro: los alumnos aún aprendían pero es que ya no querían aprender y tú no tenías ya recursos para que siguieran tus métodos: estabas perdiendo tu autoridad a pasos agigantados, al par que el profesorado todo, autoridad barrida por las mareas de consignas tipo: “dereitos do alumnado”, “aprender xogando”, “todos somos iguais”, “usar a memoria non é pedagóxico”, “¿Don Amado?, ¡Amado y vas que chutas!”, como te espetó un crack del respeto, “se o profe se porta mal, avísame, que vou alá”, como te contó una madre “muy responsable” que le había “instruído” a su hijo el primer día de instituto; “¿a ver, por que suspendeu o meu neno? ¿eh?”, “¿a que che denuncio, profe?”, “a ti que carallo te importa se non quero estudiar?”, “Non quero ler, déixame en paz, puta vella”, “a este profe voulle dar unha hostia...!”, “¿Jódete que non faga os deberes?” y a así ad infinitum, y así no querías seguir, o no podías, o ambas cosas.

            De manera que sí, este es el final. Acabóuse Don Amado


The End

jueves, 12 de noviembre de 2015

PRÓLOGO (y 4Y 5)

La cuarta motivación, si fuese la única, ya justificaría estas páginas: si la sociedad que representan sus lectores aún tiene valores que conservar, que recuperar, que revalorizar, que aumentar en número y calidad... valores morales, valores individuales, familiares y sociales, valores universales por los que luchar, valores que aprender y que enseñar... tal vez aquí encuentren un acicate, un remordimiento, un aliento, una posibilidad, un ansia, un aire limpio que viene del pasado y al que hay que abrir las puertas para que pueda pasar hacia el futuro.

            Este libro es una de esas puertas.

            Como no hay quinto malo, hay un buen quinto argumento: el optimismo. Mirando a este maestro echar la vista atrás, volvamos también nosotros la vista atrás, pensemos que “no lo hicimos tan mal”, que “valió la pena”, cojamos aire y digamos “ahí queda eso”. Optimismo vital, existencial, de pasado fértil, de pasado duro, de pasado ganado y perdido, pero de pasado empleado, bien empleado.  Así que también es un optimismo de presente: hoy es mejor que ayer, somos mejores, más cultos, más felices, más ociosos, más y mejor educados y, sobre todo, más libres. Y nosotros, los trabajadores todos, algo hemos ayudado en eso, algo hemos contribuido. El presente es mejor que el pasado, porque todos sabemos que “cualquier tiempo pasado fue peor”, y todos nosotros hemos construido esforzadamente este presente, aún a costa de habernos deconstruido profesionalmente, pero NO personalmente, sino al contrario: nos hemos hecho más y mejores personas en el camino ingrato del deber cumplido. Esa es la gratificación, la que nos da el hoy, ese es el optimismo, el que nos da el presente.

            Pero optimismo también de futuro, de realización, de búsqueda de tiempo. Dice un sabio amigo que se debería cambiar de trabajo cada tres años, yo digo que un maestro no debería cambiar de trabajo, pero sí  debería cambiar de centro de trabajo, de colegio, cada cinco años. Aunque mantengo que no hay que morir con las botas puestas, que uno no puede morirse trabajando, aunque su trabajo sea su vocación y aunque su vocación final fuese ser maestro, ni aún en el improbable caso de que continúe siendo su vocación después de 30 años. Que hay muchas más cosas que hacer y cada vez hay mucho menos tiempo para hacerlas. Y tal vez nos demos cuenta de que la vida no termina nunca, de que la vida siempre empieza ahora. Hicimos lo que pudimos, ahora hagamos lo que podamos.


            Este libro es una invocación al optimismo. 

martes, 10 de noviembre de 2015

PROLOGO (2 Y 3)

            Hay otra explicación, quizás más importante, que justifica la aireación pública de las memorias privadas de un maestro: remover las memorias personales de cada lector de manera que se sorprendan a sí mismos en esa espiral vital que nos hace pasar una y otra vez por la misma geografía de sucesos y decisiones, de oportunidades ganadas y perdidas, de alegrías y de penas, de logros y de fracasos...¿no sólo es que no cambiamos, es que no cambia tampoco el entorno?. En cada vuelta la espiral está más abierta, pero pasa el mismo río una y otra vez, los mismos valles y montañas, los mismos cielos soleados y tormentosos, los mismos vecinos, amigos y enemigos.. sólo cambian sus caras, sus nombres, sólo envejecemos. Aprendemos, sí. A reaccionar, a comportarnos, a perder y a ganar. Aprendemos, sí, a comunicarnos, aprendemos a aprender. Aprendemos, sí, a no reír muy alto, a llorar poco. ¿Como el prota de “Atrapado en el tiempo”, volvemos una y otra vez al mismo escenario y,a al contrario que él, repetimos una y otra vez la misma actuación?

            Este libro recorre esa espiral.


            Hay un tercer por qué: este maestro no expuso una última lección magistral. No hizo un discurso de despedida. No recibió un homenaje. No repartió bendiciones. No habló ex-cátedra. Don Amado (bueno, Amado a secas, seamos progres como él lo fue, peor para él)...Amado somos todos, y no sólo todos los maestros. Y cuándo él se pregunte sobre su papel social, sobre la huella (la fenda incluso) que dejó en los demás, el lector se verá quizás impelido a preguntarse por la suya, todos somos alumnos-maestros-profesores-padres. Y es que todos aprendemos y luego enseñamos, y todos dejamos “pegada”, y es bueno repasar esa huella antes de emprender la última, definitiva y diferente etapa vital, para comenzarla con las alforjas llenas no sólo de experiencias, sino también y sobre todo, de enseñanzas que enseñar, de proyectos que compartir, de alegría que dar, de amor que sembrar, de paz que prodigar.

            Este libro repasa esa huella.