ESCRITOR
-Lo
tuyo es la Literatura, Amado. Tú tienes que ser ESCRITOR.
Amado, para Don Pedro
Dicenta, su más amado maestro, tenía dotes innatas, y ya bien desarrolladas a
sus 13 años, para la Literatura.
-Seré
escritor, pensaba Amado. Porque Don Pedro era algo así como el Gran
Gramático, el perfecto Profesor de Literatura, el mejor crítico, y si él dice
que tengo dotes, y con lo que me gusta escribir, seré Escritor, pensaba
Amado. Esa fue su gran siguiente vocación. Y a ello se dedicó con fruición:
poesía amorosa, poesía caballeresca, teatro, novela de intriga..., y escribir
era vital para él, lo sería siempre… Era su terapia personal.
Escribía poesía caballeresca
emulando los grandes poemas épicos que leía en el colegio, llenos de gestos
nobles, de valores hoy casi ignorados por la infancia... hemos hecho tantas
cosas mal.
La poesía sirvió siempre de apoyo a
Amado, aunque realmente nunca estuvo dotado para ella. Pero le daba igual. La
poesía le permitia hablar con Dios, estuviese lejos o cerca, y Él no le
criticaba los versos. Y cuando “se murió” Dios, con la Poesía seguiría Amado
tendiendo puentes “hacia el otro lado”
Por ejemplo, cuando la adolescencia lo invadía todo, le invadió el
miedo al exilio interior, y escribió, sin saber lo que escribía, aquéllas
líneas que no comprendía, pero que leía y recitaba una y otra vez, con palabras
que resonaban en una cueva con eco confuso que sólo entendió cuando salió de de
ella (de su patria, su “pueblo”: de su larga infancia), muchos años después:
Saliendo del pueblo
por el campanario
verás a lo lejos
el gran espectáculo.
Muchos lo adivinan
mas nadie lo sabe
si usa la
vista.
Los ojos cerrados,
el sol sobre el párpado
quieta la cabeza
¡qué gran espectáculo
el que se divisa
saliendo del pueblo
por el campanario!
Los ojos cerrados
el sol sobre el párpado
quieta la cabeza
juntos caminando
|
Ella no lo cree,
él lo puede ver
¡oh, qué gran palacio,
es el de otro mundo
jamás alcanzado!
La Historia parece
toda ella inventada.
Se ven muchos hombres,
todos en palacio
Es el otro mundo
que ya divisaron.
Yo del campanario
no debí salir.
Oyendo campanas
yo era muy feliz
|
Mas quiso mi suerte que un
día
sonaran
más bajo
mis queridas
campanas.
Y oí en murmullo
que alguien me llamaba.
Salí pues del pueblo
por el campanario.
Los ojos cerrado,
el sol sobre el párpado,
quieta la cabeza...
Divisé el palacio.
Alguien se reía.
Un hombre allí había.
Quise ver mejor.
Abrí, pues, los ojos,
se desvaneció
|
Al abrir los ojos
alguien me empujó
los volví a cerrar
mas nada ví ya
pues en el palacio
alguien me arrojó
y de él nadie sale
una vez que entró,
la puerta de entrada
no es de salida
y por donde vine
Ya nunca saldré.
Adiós, campanario,
Te recordaré,
SI VUELVO TE JURO
QUE ME QUEDARÉ
Mas es sueño vano
salir del palacio,
el error se paga
yo entrando pagué
y de este palacio
YA NUNCA SALDRÉ
|
Hizo
pinitos escribiendo cuentos y narraciones cortas, de misterio, teatro... cuyos
retales guardó durante muchos años, hasta que un mal día se deshizo de ellas
como del lastre un náufrago.
Pero
como Amado se “realizaría” como escritor sería en el género epistolar. Las
cartas a sus amigos, eran sus creaciones más queridas, casi las únicas, porque
el resto eran sólo para él. De esas hermosas “rosas para el invierno” no se
desprenderá nunca, nunca, nunca. No tiene tesoro más preciado.
Con
sus relatos, alguna vez, ya que no lectores, tenía oyentes. Su amigo Carmona,
en la infancia épica (El Capitán Trueno, El Jabato....), le escuchaba las
aventuras poéticas de sus caballerescos héroes guerreros desfacedores de
entuertos,y en la adolescencia en que
buscaba y sólo imaginaba los desnudos en las revistas de moda y los encontraba
en clandestinos cómics franceses que algún amigo del instituto no sé cómo
conseguía, el bueno de Juanjo, tan reprimido como él, como todos, le escucharía
sus relatos eróticos (es verdad, y Juanjo
los evoca así a día de hoy: “Tu
tenías la vena escritora, erótico-escritora para ser exactos. ¿Te acuerdas? La
verdad es que no estaba nada mal. Conseguías ponerte y ponerme en situaciones
3D. Si, si. Nuestras calenturientas neuronas inventaron “el cine en tres
dimensiones” antes de que este apareciese comercializado. ¡Qué estreñimiento!
En verdad que estábamos reprimidos, pero, con la perspectiva de ahora, éramos
una pequeña lástima andante. Cuánta falta de naturalidad, cuánto desenfoque y
aberración ideológica. Se diría que civilización es hacer lo fácil difícil y lo
difícil inabordable. Que forma más tonta de ensombrecer la belleza de lo
natural, espontáneo y limpio “per se”. En aquellos días nos comportábamos
como “marías enganchadas a un culebrón”. Esperábamos ansiosos que llegara el
siguiente capítulo de tu pluma acelerada y encriptada. Digo bien, encriptada;
porque solo tú eras capaz de leer lo que escribías. Bueno, no siempre. En
ocasiones ni tu mismo sabías lo que estaba escrito y tenías que reinventarlo,
lo que no dejaba de tener su encanto porque no se te daba nada mal la
improvisación.)
Eran otros tiempos. O mejor dicho, era otro
mundo, un mundo atávico, cutre, oscuro, de represión el de las fotos de moda
íntima de las revistas (¿pero existían?)
Siempre fue la escritura, en fin, lo que le daba sentido a su vida, la
hacía consciente, la humanizaba, la sacaba de la rutina mecánica de la lucha
por la vida.
Ya Maestro también quisiste
transmitir a tus alumnos la escritura como recurso para la expresión más íntima
de sus sentimientos, y cultivar ese sólo humano recurso para hacerlos más
humanos. Cuántas poesías les estimulaste a hacer, narraciones, cuentos,
cartas...
La estimulación de la capacidad
escritora de los rapaces es una de las principales metas que todo maestro, sin
excepción, se propone alcanzar.
Narraciones, descripciones,
retratos, emociones, viajes reales o imaginarios, cuentos, alegatos…Yo me veía
reflejado en aquéllas plumas infantiles, y a todos elogiaba como lo había hecho
Don Pedro conmigo. Y a todos quería como algunos maestros me quisieron a mí.