jueves, 12 de noviembre de 2015

PRÓLOGO (y 4Y 5)

La cuarta motivación, si fuese la única, ya justificaría estas páginas: si la sociedad que representan sus lectores aún tiene valores que conservar, que recuperar, que revalorizar, que aumentar en número y calidad... valores morales, valores individuales, familiares y sociales, valores universales por los que luchar, valores que aprender y que enseñar... tal vez aquí encuentren un acicate, un remordimiento, un aliento, una posibilidad, un ansia, un aire limpio que viene del pasado y al que hay que abrir las puertas para que pueda pasar hacia el futuro.

            Este libro es una de esas puertas.

            Como no hay quinto malo, hay un buen quinto argumento: el optimismo. Mirando a este maestro echar la vista atrás, volvamos también nosotros la vista atrás, pensemos que “no lo hicimos tan mal”, que “valió la pena”, cojamos aire y digamos “ahí queda eso”. Optimismo vital, existencial, de pasado fértil, de pasado duro, de pasado ganado y perdido, pero de pasado empleado, bien empleado.  Así que también es un optimismo de presente: hoy es mejor que ayer, somos mejores, más cultos, más felices, más ociosos, más y mejor educados y, sobre todo, más libres. Y nosotros, los trabajadores todos, algo hemos ayudado en eso, algo hemos contribuido. El presente es mejor que el pasado, porque todos sabemos que “cualquier tiempo pasado fue peor”, y todos nosotros hemos construido esforzadamente este presente, aún a costa de habernos deconstruido profesionalmente, pero NO personalmente, sino al contrario: nos hemos hecho más y mejores personas en el camino ingrato del deber cumplido. Esa es la gratificación, la que nos da el hoy, ese es el optimismo, el que nos da el presente.

            Pero optimismo también de futuro, de realización, de búsqueda de tiempo. Dice un sabio amigo que se debería cambiar de trabajo cada tres años, yo digo que un maestro no debería cambiar de trabajo, pero sí  debería cambiar de centro de trabajo, de colegio, cada cinco años. Aunque mantengo que no hay que morir con las botas puestas, que uno no puede morirse trabajando, aunque su trabajo sea su vocación y aunque su vocación final fuese ser maestro, ni aún en el improbable caso de que continúe siendo su vocación después de 30 años. Que hay muchas más cosas que hacer y cada vez hay mucho menos tiempo para hacerlas. Y tal vez nos demos cuenta de que la vida no termina nunca, de que la vida siempre empieza ahora. Hicimos lo que pudimos, ahora hagamos lo que podamos.


            Este libro es una invocación al optimismo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario